Cuento- Barbudo y el sueño de conquistar el mundo

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Cuento barbudo: el sueño de conquistar el mundo

¿Recuerdas a Barbudo? La abuelita Modesta estuvo hablando de él. Fue el fundador de Hormitrópolis y todas las hormigas lo recordaban como fuente de inspiración. Disponte a disfrutar del cuento Barbudo, el fundador de Hormitrópolis.

Barbudo, de pequeño ya había sido muy llorón. De hecho, su Mamá lo tenía que alimentar sin error, cada dos horas, porque sus lloros y gritos se oían en toda la isla. Por supuesto Barbudo, pertenecía a una clase de hormiga verde, que nunca había existido en Hormitrópolis, algo que hizo que para él de mayor, ¡fuera más fácil ser explorador: así podía camuflarse entre la hierba!

Cuento- Barbudo y el sueño de conquistar el mundo

Una vez se hizo mayor, comenzó a construir su sueño: el de tener una isla propia que llamaría Hormitrópolis, para ello, construyó mapas y dibujó y dibujó hasta cansarse. Contándole él su plan a sus amigos, llegó a reunir a un ejército que sería el que le acompañara a su tierra sagrada, una vez la encontrara. Pero ellos estaban despistados, porque no sabían que hacer.

Cuento- Barbudo y el sueño de conquistar el mundo

Barbudo era muy cabezón. Quería conseguir su sueño y para eso entrenó muy duro. Comió mucho sirope y muchos frutos secos, como buena hormiga, y entrenó y entrenó con pesas de hormigas hasta que se hizo muy fuerte.

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Sabía que el viaje iba a ser duro pero no le importó. Al fin y al cabo era su sueño. Cuando tenía tiempo, iba pensando en lo que llevaría: un tablón de madera salvavidas, una mochila de plástico con terrones de azúcar y agua de lluvia, unas fresas verdes, un mensaje con un papel para enviar una botella de rescate y unas cerillas para hacer fuego.

Sabía que la selva era peligrosa, así como las islas lejanas y que el primer intento no sería fácil. Así que escribió todo lo que haría paso a paso en una corteza de palmera, sin saber que el gato lo estaba viendo.

Cuento- Barbudo y el sueño de conquistar el mundo

-Miauuu… la hormiga se cree una exploradora.

-Claro que lo soy, además ¡mi padre trabajaba en el ejército!

-¿Y cómo crees que se mide el talento para descubrir una isla Barbudo: en la inteligencia o en el esfuerzo?

-En el esfuerzo siempre Don Gato.

-Te olvidas de los problemas, si llueve naufragarás. Si hace mucho sol, te pondrás enfermo.

-Yo soy fuerte Don Gato. ¡A nada le puedo temer!

-¿Ah sí?-abrió la boca Don Gato, atrapando a Barbudo.

-¡No me tragues! ¡Suéltame!-le pidió a gritos al gran gato.

-Miauuu…. Miedo no has de tener más precavido has de ser.-Echó la lengua Don Gato, mientras la hormiguita rodó por ella, cayéndose de nuevo en la hierba.

-Peligros mil hay ahí fuera y tú podrás tener una condena.

Los ojos avizores nunca son un problema. Tras el monólogo de rimas de Don Gato, Barbudo se dio cuenta, de que antes de empezar por lo grande hay que tener experiencia. Por eso comenzó a explorar primero sus bosques.

Vio grandes serpientes verdes, pájaros que volaban en la frontera, grandes mariposas de alas de colores, y pensó. ¿Qué habría en la otra isla si en esta ya había sorpresas? Entonces… lo entendió. Iría al ejército y se alistaría con las hormigas de combate. Así nada podría hacerle fracasar.

Pero mientras soñaba con ser más grande, más fuerte y más invencible, se quedó a ver las mariposas, y eran tan preciosas como sus sueños.

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