
Había una vez una pequeña hormiguita llamada Hana, que vivía en una colina rodeada de árboles frondosos y flores coloridas. Hana era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras para descubrir.
Un día, mientras caminaba por el jardín, vio a un grupo de niños jugando a las escondidas y decidió unirse a ellos. Pero se dio cuenta de que había un problema: ella no sabía contar.
Los niños se reían y burlaban de ella, lo que la hizo sentir muy triste. Entonces decidió que era hora de aprender a contar.
Hana buscó la ayuda de su abuela, que le enseñó a contar del uno al diez. Le mostró cómo contar los dedos de las manos y los pies, y cómo usar palitos para representar cada número.
La hormiguita practicó y practicó hasta que se convirtió en una experta contando. Estaba tan emocionada por su nueva habilidad que corrió a buscar a los niños para mostrarles lo que había aprendido.
Los niños se sorprendieron al ver que la pequeña hormiguita había aprendido a contar tan rápido. Se disculparon por haberse burlado de ella y le pidieron que jugara con ellos.
Juntos jugaron a juegos que involucraban contar, como saltar la cuerda y contar cuántas veces podían hacerlo. Hana se divirtió mucho y estaba muy orgullosa de sí misma por haber aprendido a contar.
Desde ese día en adelante, la hormiguita Hana se convirtió en la mejor contadora de la colina y los niños siempre la buscaban para jugar juegos que involucraran números.
