Capítulo 5.- El Príncipe

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LA VERDADERA HISTORIA DE LAS CIGARRAS Y LAS HORMIGAS

Cigarra príncipe

En el capitulo 5 de la «verdadera historia de las cigarras y las hormigas», el Príncipe explica a la comunidad el verdadero secreto jamás contado hasta ahora….

El Príncipe

—Está bien, si así lo quieren…— decía la cigarra Boba al tiempo que se encaramaba al atril—.¡Cigarras reales! ¡Detengan al General y al Alcalde!

Su voz que sonó como los mismos truenos, acallando los murmullos y cediendo toda la atención de la comunidad a las seis cigarras reales que emergieron de entre las filas de cigarras atónitas, abriéndose hueco hacia el púlpito para cumplir con la orden.

—¡Cigarras! Ojalá hubiera más tiempo y pudiera dar las explicaciones que merecéis, pero he de ser breve pues el tiempo nos oprime, así que he descubrir la verdad sobre mi persona antes que sobre el resto. Yo soy la cigarra Príncipe, venida de tierras lejanas. —Dijo con solemnidad, mientras gritos ahogados de impresión se derramaban por toda la estancia—.

Junto con las cigarras reales he emprendido un largo viaje a fin de comprobar cierta información que había llegado a palacio, acerca de la forma de conseguir alimento de algunas comunidades de cigarras.

El Príncipe, sin inmutarse ante la impresión de asombro y respeto que causaba ante el resto de la comunidad, que desde su llegada le habían considerado como un estorbo, continuó con su discurso, moviéndose con gravedad de un lado a otro. Con un porte muy distinto al que solía mostrar cuando fingía ser Boba.

—Por desgracia, hemos comprobado la veracidad de esta información, unos hechos completamente deleznables. Unos hechos que no podemos consentir bajo ningún concepto. —Sentenció girando el rostro hacia la cigarra General y la cigarra Alcalde para dedicarles una severa mirada y devolver su dedicación al resto de cigarras—. Cómo sabéis, os han hecho unas pruebas físicas que han desembocado en la división de la comunidad en dos batallones; rojo y negro. ¿Correcto?

Pues bien, vosotras, las que ostentáis el parche negro, sois quienes habéis demostrado más destreza y mejor estado físico, siendo esto último lo que os ha salvado la vida. En cambio, las cigarras viejas, enfermas, las que tenían alguna deficiencia física, las más débiles, con su parche rojo bordado a la pechera, corrieron una suerte muy distinta…

El Príncipe, afectado, hizo una pausa y se apoyó unos segundos en el púlpito antes de continuar, contemplando a la comunidad, que le observaba con los ojos como platos, expectante.

—Veréis, cigarras —continuó—, existe un pacto secreto entre las comunidades del norte con la especie de las  hormigas desde tiempos inmemoriales; nosotras perforamos los tallos para que mane la savia, ellas la recolectan y la someten al tratamiento de solidificación para su conservación almacenada en ojivas.

Luego, como habéis hecho esta noche, nos abren la puerta y recogemos la savia acumulada para transportarla a nuestros depósitos. Hasta aquí todo podría parecer relativamente normal o inocuo, pero es que a cambio de todo este intercambio, las compañeras señaladas con el parche rojo quedan encerradas en una trampa preparada especialmente para la ocasión, sin posibilidad de salvación, convirtiéndose en comida potencial para ellas, las hormigas…

Las cigarras, que escuchaban atentamente, habían pasando de la perplejidad al asombro y del asombro a la indignación en cuestión de segundos.

—Por nuestras compañeras de años anteriores nada podemos hacer. Pero aún estamos a tiempo de intentar salvar a las que se han quedado atrapadas esta noche. ¿Qué decís, cigarras?

Quizá el Príncipe esperara gritos de euforia, lances hacia una nueva batalla o vítores. Pero no recibió nada de eso, tan sólo un diminuto murmullo confuso y miradas igual de perdidas, hasta que alguien se atrevió a preguntar tímidamente:

—Príncipe… ¿Estáis seguro de todo eso…?

—Por supuesto. No me atrevería a hablar de esta forma de lo contrario. Son numerosas, muy numerosas, las pruebas que han llegado hasta el reino de mi padre. Y ahora, yo mismo he sido testigo de la reunión de nuestro Alcalde y nuestro General con los iguales de las hormigas para después comprobar con ojos horrorizado cómo sellaban esa entrada falsa bajo los arbustos y sepultaban a nuestras compañeras.

—Es horrible…

—Hay que hacer algo.

—Desde luego

Comenzaron a decirse las cigarras, unas a otras.

—¡Estamos contigo, Príncipe! —Gritaron varias voces tímidas.

Poco a poco, las voces tímidas fueron contagiando al resto hasta que se convirtieron en un clamor general que hizo sonreír al Príncipe.

—¡Bien! En ese caso, prepárense para partir inmediatamente hacia la ciudad de las hormigas y rescatar a nuestras compañeras. La historia nos trata injustamente diciendo que somos descuidadas y nada previsoras, mientras ellas se llevan todos los halagos, ¿no? ¡Pues se acabó!

Ha llegado el momento de demostrar que nosotras también trabajamos duro taladrando las cortezas de los árboles, siendo atacadas y molestadas por las hormigas para que abandonemos el taladro hecho con dificultad y ser ellas quien recojan la savia de la fuente abierta. Salvemos a nuestras compañeras y volvamos a poner a la historia en su sitio. ¡Cigarras! ¡A por las hormigas!

Continúa con la aventura: Capítulo 6.- Las hormigas

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