Capítulo 0.- Prólogo: lucha por la supervivencia de las cigarras y las hormigas

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Entrada a Hormitrópolis valle del sol

LA VERDADERA HISTORIA D LAS CIGARRAS Y LAS HORMIGAS

Entrada a Hormitrópolis, la ciudad de las hormigas

Prólogo

El valle del Sol

Si tú, viajero, en una de tus excursiones por la naturaleza, llegas al Valle del Sol, verás uno de los espectáculos más hermosos que la naturaleza te pueda brindar.

Allí, en cualquiera de las partes altas, contemplarás un hermoso valle verde arropado por laderas que se precipitan desde las cumbres buscándose sin poder encontrarse, y siempre separadas por el cauce de un riachuelo de aguas cristalinas que discurre serpenteante entre ambas.

Podrías dejarte atrapar por el brillo y flujo de sus aguas, pero si no lo haces y levantas la cabeza en la dirección del resplandeciente ocaso, observarás que asoma en el horizonte una roca negra que con forma de ménsula asoma desde el bosque de hayas. Esa roca, por su forma inconfundible, es conocida por todos como La silla del Diablo.

Cuentan los habitantes de las aldeas cercanas que, hace mucho tiempo, hubo quienes se aventuraron a subir a la negra piedra en busca del metal de los rayos, ya que según la leyenda, la espada que se forjara con los rayos que los Dioses mandaban contra La silla del Diablo se convertiría en un arma invencible. Pero que se sepa, a día de hoy, nunca se ha encontrado tal cosa, si acaso, algún nido de cuervo abandonado.

En origen, la dantesca roca reinaba el horizonte pero el pasar de los años le concedió ventaja al bosque, que poco a poco fue rodeándola  y terminó por hacerla inexpugnable logrando que desapareciera el interés de los aldeanos por la leyenda y todo lo que le concernía, hasta que se convirtió sin más en una parte distorsionada del consumado paisaje del Valle del Sol.

Y tú, viajero, seguirás tu camino felicitándote por el hallazgo. Correrás a contar a quien quiera escucharte lo que has visto; la forma en que las laderas corren a abrazarse y no pueden, la manera en que las aguas del riachuelo se hacen las remolonas en su discurrir porque se resisten a iniciar el viaje hasta el mar, o cómo aquel enorme pedrusco, inaccesible se adivina cómo repisa sobre el valle, tratando de escapar a duras penas del acoso del bosque…

Pero pese a todo, y al igual que el resto de viajeros que llegaron hasta aquí antes que tú, apenas habrás visto nada.

Porque si hubieses podido llegar hasta el pie de La silla del Diablo, habrías visto un pequeño talud de lajas desprendidas por la acción de los rayos en su ansia de destrucción a través de la roca, que se hace camino hacia las entrañas de la tierra.

Allí, habrías observado una vieja haya inclinada hacia el barranco en un ángulo imposible, horadando la montaña con sus gruesas raíces en un afán de supervivencia aparentemente irrealizable.

Y bajo todo esto entre rocas, lajas y raíces, acertarías a ver un pequeño agujero negro semi-oculto por hojas secas y yerbas silvestres. Un agujero tan pequeño y vulgar que, después de lo visto en el valle, no despertaría tu interés en absoluto.

Pero al pasar por alto esta diminuta abertura, viajero, estarías cometiendo un gran error, pues habrías visto sin saberlo, como tantos otros antes, la entrada a Hormitrópolis: la ciudad de las hormigas.

Tras ese agujero existe un intrincado mapa de pasadizos y túneles de los cuales, tan solo uno de ellos lleva a la ciudad, siendo los demás tan solo vías muertas que conducen a los insensatos aventureros que se adentran, a la desesperación y muy probablemente, a la muerte.

De Hormitrópolis podría contarte muchas cosas, todas sorprendentes para ti, interesantes, y sobre todo prácticas.

Y es que, como seguramente ya sabrás, de nuestra especie no destaca precisamente el gusto por la nimiedad y la pérdida de tiempo.

Todo, absolutamente todo lo que hacemos tiene un propósito. No desperdiciamos energías en cosas banales. Creerás que es nuestra naturaleza e instinto el que nos guía en nuestros actos, y puede que tengas razón, pero digamos que sólo en parte.

La naturaleza, al nacer, otorga uno o varios dones a cada especie, pero es nuestra forma de emplearlos, nuestra capacidad de superación y supervivencia la que hace que evolucionemos.

En nuestros orígenes, en La noche de los tiempos como nosotras lo llamamos–, no éramos tal como somos ahora, y por supuesto, viajero, vosotros los humanos, tampoco.

Supongo que podríamos decir que Hormitrópolis no es más que el resultado de esa evolución, de la puesta en práctica de la experiencia de nuestros antepasados, del mismo modo que generaciones venideras harán uso en el futuro de nuestras vivencias actuales. Podríamos decir eso, pero sería poco decir.

«Y cuando llegó el invierno, la cigarra aterida de frío y sin alimento, se acercó a casa de la hormiga y le pidió por favor que compartiera con ella el grano de su despensa»

Así es cómo se encamina hacia el final la fábula atribuida a Esopo, cuyas frases desembocarán en la negativa de la hormiga a compartir el alimento que ella, con tanto trabajo, había recogido.

Todos los humanos conocéis esta historia y la asumís como cierta, como verdadera, ¿verdad? Pues bien, puede que esto suene chocante, pero esta fábula no es más que eso, una fábula. ¡Es mentira!

Los humanos tenéis –entre otros– el defecto de comparar cualquier conducta o sistema organizativo al vuestro, por eso Esopo creyó que las cigarras se pasaban la vida cantando y las hormigas trabajando. La realidad en Hormitrópolis, es otra

Este es el final de una fábula inventada para educar de forma gráfica y sencilla, elaborado a fin de que todo el mundo entienda que vivir el día a día está bien, pero que en ningún caso deberíamos olvidar el mañana o acabaremos sufriendo las consecuencias.

No discutiré su valor como elemento didáctico, pero la verdadera historia entre cigarras y hormigas, como suele suceder en la mayoría de las ocasiones, es mucho más dura y cruel, pues en este caso, la realidad también supera la ficción.

Y dado que el azar, combinado con una serie de actos y sus consecuencias, ha hecho que me convirtiera en el vehículo transmisor de la verdadera historia de las cigarras y las hormigas, es mi responsabilidad relatar esta historia de la mejor forma posible.

Así pues, viajero, será través de símiles con tu cultura porque sólo así podrás comprender y aprender, sacar algo de todo esto.

Entiendo que pueda sonar extraño todo lo que te cuento, pero es importante que si vas a adentrarte a través del valle del Sol en Hormitrópolis, nuestra ciudad, si vas a escuchar la historia que tengo que contarte, lo hagas con atención…

Continúa con la aventuraCapítulo 1.- El invierno de las cigarras

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