La pandilla 01.- ¡Qué aburrimiento!

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la casa del silbido, cuentos

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El club de la Casa del Silbido

Ohm  estaba sentado a la orilla del río observando  a sus amigos mientras se divertían en el agua. La imagen de Ori haciendo el tonto sobre un tronco de madera al que se intentaba subir para resbalar y caer una y otra vez, sería muy graciosa si no se repitiera cada tarde. Porque cada tarde, se reunían para bañarse en el río hasta el oscurecer. Y después, irse a casa a cenar y dormir. Al día siguiente otra vez lo mismo. ¡Vaya peñazo de vacaciones!

 

Todos, Ohm, Ori,  Ciar, y Cari eran compañeros de la escuela y siempre  se les podía ver juntos en el recreo jugando al balón, o reunidos en alguna esquina charlando de sus cosas. Eran amigos inseparables a pesar de que no eran de la misma especie, porque Ohm y Ori eran hormigas descendientes de los fundadores de Hormitrópolis. En cambio, Ciar y Cari pertenecían a la especie de las cigarras y eran descendientes de los supervivientes de la Comunidad de las Cigarras Cantaoras y Bailaoras que se habían refugiado en Hormitrópolis.

Allí, en Hormitrópolis, no hay diferencia de especies y a pesar de haber sido fundada por las hormigas, las cigarras se habían adaptado a las costumbres y a las normas de convivencia. No existían diferencias más que las físicas y las que la naturaleza obliga por la diferencia de especie. El resto — obligaciones y derechos en la comunidad— eran iguales para cigarras y hormigas. Y por supuesto, la enseñanza  como bien universal, también.

Ohm era una hormiga inquieta y aventurera que no podía estar sin hacer nada. Siempre pensaba en algún juego nuevo para el grupo, aunque a veces esos juegos inventados no tenían gran éxito entre sus amigos. Sin duda era el líder del grupo, aunque nadie le había elegido como tal.

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Ori era otra hormiga, vecina de Ohm. Se habían criado juntas ya que sus padres vivían en casas pareadas que compartían jardín. Cuando los padres de Ohm o los de Ori debían de ausentarse por algún motivo, tanto el uno como el otro no tenían más que coger su bolsa de libros y el neceser de limpieza personal e irse a la casa del otro a pasar la noche. Podía decirse que eran como hermanos.

Ohm

Ciar, sin embargo, era una cigarra orgullosa y fuerte al que le gustaban los juegos rudos. Estaba encantado cuando en ocasiones jugaban al futbol o al rugby, porque se encontraba en su salsa. Siempre pensó que los juegos de mesa como el parchís o el dominó eran juegos para débiles. Esa actitud ante los juegos” para inteligentes”, exasperaba y enfadaba a Cari

Ciar

Cari, la otra cigarra del grupo, estaba  considerada como una “empollona” porque era la que sacaba mejores notas del grupo. Ese adjetivo de “empollona” le daba risa porque no era más que producto de la envidia. No en vano todos sabían que las buenas notas las conseguía  a base de estudiar y estudiar. ¡Lo que pasaba es que sus amigos a veces eran un poco vagos!

Cari

Las alegres risas de sus amigos que ya se habían cansado de chapotear en el agua y acudían a las rocas a secarse al sol, sacaron a Ohm de sus pensamientos

 — ¿Te pasa algo, Ohm?—  le preguntó Cari.

—Nada— contestó Ohm—  aún meditabundo. Solo que he estado pensando una cosa.

— ¡Buenoooo, peligro! Cuando Ohm piensa algo, todos a temblar— dijeron casi al unísono entre risas.

—No, en serio. Nos pasamos las tardes en el río sin hacer nada, día tras día —empezó a decir Ohm con cara seria. Acabamos de empezar las vacaciones y eso está bien, pero cuando llevemos un par de semanas estaremos cansados de hacer siempre lo mismo, es decir ¡nada!

—Bueno ¿Y qué propones?— le dijo Ori. Porque tienes cara de haber pensado algo.

— ¿Qué os parece si formamos un club? —soltó Ohm de sopetón—, aún sabiendo que sus amigos pondrían cara de sorprendidos.

— ¿Un club?— preguntaron a una sola voz. Y eso ¿qué significa?

——Somos amigos—dijo Ohm poniéndose de pie. También podemos considerarnos una pandilla…

— ¡Eso. Una pandilla de amigos! —dijo Cari.

— ¡Vale! continuó Ohm. Somos una pandilla de amigos que nos reunimos casi todos los días en el parque o en el río durante las vacaciones y en la escuela durante el resto del año. En la escuela hacemos nuestros deberes y después nos vamos a casa. Durante las vacaciones, damos vueltas por ahí sin rumbo o venimos al río y nos volvemos a casa la mayor parte de los días por aburrimiento. ¿Qué os parece crear un club donde podamos reunirnos, tener nuestras cosas y planeemos nuestras actividades?

— ¡Vamos, explícate mejor! –dijo Ciar con cara de interés.

— En vez de vernos en la calle y estar sentados aquí al lado del río — continuó Ohm ya lanzado—, tendríamos un local donde encontrarnos. Cada uno llevaría libros, cuentos, o cualquier cosa que pueda aportar: muebles viejos, tocadiscos, discos…

— ¡Ya! —dijo Ori. Pero falta lo más importante: el sitio.

— ¡Mi padre tiene una leñera vacía—dijo Cari levantando la mano.

—En mi casa la buhardilla está vacía—dijo Ori.

Ohm, sonriente porque había conseguido crear interés entre la pandilla, levantó los brazos enigmático  como un orador que quiere calmar a su entregada audiencia.

—Ya he pensado en eso también— dijo Ohm— al tiempo que sentía  todas las miradas puestas sobre él. Hay un sitio perfecto donde nadie nos molestará y será nuestro lugar secreto: la vieja casa abandonada de la colina.

La Pandilla 2ª parte: se funda el club

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