La pandilla 04.- ¿Qué nombre ponemos al club?

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El club de la casa del silbido ¿Que nombre le ponemos al club?

El club de la Casa del Silbido

¿Qué nombre le ponemos al Club?

El día amaneció especialmente espléndido, por lo que acordaron ir a media mañana a bañarse al río y discutir el nombre del club. Por la tarde acudirían a la casa de la colina para seguir preparando la sala, y con el nombre decidido, hacer “oficial” la sede secreta del club.

Como siempre, la iniciativa la tomo Ohm, por lo que encaramándose en lo alto de una piedra llamó la atención de todos.

—¿habéis pensado algún nombre para el club?—preguntó.

—Yo si—contesto Ori. ¿Qué os parece “El club de la Colina”?

—A mí me gusta más “El club de Hormitrópolis”—dijo Ciar.

— ¿Y tu Cari?—le preguntó Ohm— ¿Que nombre has pensado?

— “Los cuatro de Hormitrópolis”, contestó Cari. Ahora, solo quedas tú, Ohm.

—Veréis—comenzó Ohm. Todos los nombres son estupendos, pero creo que no tienen misterio. Sabéis que sobre la casa de la colina, existen leyendas y habladurías desde hace muchos años que hablan incluso de fantasmas, luces por las noches,  y ruidos desconocidos que han hecho que nadie se acerque  por allí.

Nosotros hemos estado y hemos visto el estado de las cosas, por lo que pienso, que todo ello no son más que leyendas para evitar que nadie se acerque por allí.

Otro de los fenómenos que se escucha algunos días, es ese silbido largo y agudo que se oye desde todos lados.

Por ese motivo, además de otros nombres, algunos al hablar de ella la nombran cómo “la casa del silbido”. Por eso —decía Ohm mientras miraba uno a uno a los presentes—, yo había pensado para nuestro club el nombre de  “El club de la casa del silbido”.

—A mí me gusta más el mío—dijo Ciar

— ¡Anda!, y a mí el mío—dijo Ori.

— ¡Vale!, no nos peleemos. Lo mejor será elegir el nombre por votación —dijo Ohm—, poniendo orden. Para ello, escribiremos el nombre que nos guste más de entre los expuestos, teniendo en cuenta de que no podemos elegir el nombre que cada uno ha aportado. Debemos de elegir el nombre que más nos guste de los que han aportado los demás ¡Sin trampas!

Cada uno, procurando que los demás no vieran lo que votaba, escribió en un papel el nombre que además del suyo, más les había gustado. Hecho esto y después de doblarlo adecuadamente, introdujeron en una bolsa el papelito para que nadie observara por la forma de doblarlo, quien había sido el autor.

Una vez hecha la votación y por unanimidad, eligieron a Cari para que extrajera los votos y procediese a su lectura. Sin más preámbulo, Cari metió la mano en la bolsa, sacó el primer voto y leyó en voz alta: primer voto para… ¡tacham tacham!:“el club de Hormitrópolis”.

Ciar sonreía, porque era el nombre escogido por él. Pero debía de esperar a conseguir un segundo voto para resultar ganador.

—Siguiente voto: “Los cuatro de Hormitrópolis”—gritó Cari con un nuevo voto en la mano. Ahora era la misma Cari quien con el voto en la mano, no podía disimular una sonrisa de satisfacción.

Ahora era cuando los nervios empezaban a aflorar, porque en caso de repetición de cualquiera de los nombres elegidos anteriormente, la votación se había acabado. Y aún quedaban dos nombres por salir.

Cari volvió a introducir su mano en la bolsa y con gesto solemne sacó el siguiente papelito con un nombre que ponía…”la casa del silbido”—casi gritó por los nervios.

—Ahora, a falta del último voto, podría ganar cualquiera de los elegidos hasta el momento, e incluso haber un empate. Eso sería muy mosqueante, porque resultaría raro que cada uno elija un nombre pensado por otro y que coincida la rueda completa. Pero vamos a esperar a ver qué pasa —terminó de explicar Ori casi sin aliento por los nervios.

Cari introdujo la mano por última vez en la bolsa, y sacó el último y definitivo voto que abrió lentamente para aumentar el misterio y los nervios en sus amigos, aunque ella estaba como un flan. Con cara enigmática, y mientras los demás contenían la respiración, leyó las palabras escritas en el arrugado papelito: “La Casa del Silbido”.

Todos expiraron el aire retenido en sus pulmones debido a los nervios, y se aprestaron a felicitar al creador del nombre elegido, que no era otro que Ohm. ¡Que diga unas palabras!—gritó Ori—, mientras el resto de amigos aplaudían, aunque se les notaba un poco decepcionados por no haber resultado ganadores. Pero pronto de les pasaría.

— ¡Amigos!—comenzó Ohm—, estoy contento porque habéis escogido como nombre del club el propuesto por mí, aunque cualquiera de los nombres que habéis pensado era perfecto. De hecho, ha sido una votación muy reñida y os doy las gracias. Ahora tan solo nos queda reunirnos esta tarde en el club de la casa del silbido, para la inauguración. Hoy llevaremos la merienda para celebrarlo.

— ¡Vale!—dijeron todos al unísono. A las cuatro nos vemos allí.

— ¡No, allí no!—dijo Cari. Yo prefiero que nos veamos donde siempre y vamos todos juntos.

— ¡Tiene miedo!—dijo Ori. Tiene miedo de ir sola

 —Iremos todos juntos. Así que nos vemos a las cuatro donde siempre. Será mejor —dijo Ohm.

— ¡Vale—dijo Cari más aliviada. Pero en el fondo todos estaban más aliviados por no tener que ir solos hasta la casa del silbido.

El resto de la mañana la pasaron haciendo cada uno sus recados y obligaciones y después de comer se reunieron todos en al sitio de siempre. En sus bolsas llevaban la merienda habitual, más unos extras porque la ocasión la merecía ¡No todos los días se inauguraba un club!

Ya juntos partieron hacia la casa del silbido, y en un abrir y cerrar de ojos estaba Ohm abriendo la puerta de la casa. El olor a humedad y a lugar cerrado era una de las cosas a las que había que poner remedio—pensó Ohm para sí—. Habría que abrir las ventanas para que se oreara el lugar, aunque con el uso, pronto se iría el olor.

Ya en la habitación escogida para lugar de reunión, todos dejaron sus bolsas en la mesa pequeña y fueron a sentarse en la mesa ovalada para dar más un ambiente más ceremonial a la reunión.

Ohm tomó la palabra y mirando a todos y cada uno de sus amigos a la cara, hinchó el pecho y con cara de satisfacción les soltó  con tono grave: ¡Se inicia la sesión!

Ori, Ciar y Cari explotaron en una carcajada, a la que Ohm se unió de buena gana. Estaban felices porque cuatro amigos estaban juntos, tenían un lugar donde reunirse y pronto se iban a dar un festín como acto inaugural del club “La Casa del Silbido”. Todo era perfecto.

—Bueno—dijo Ohm. Como parece que está todo claro y oigo algún que otro ruido de tripas, me parece que debemos de preparar la mesa y dar cuenta de la merienda ¿Qué mejor forma de inaugurar el club que disfrutando de un pequeño festín?

Todos los miembros del club abrieron sus mochilas y fueron depositando sobre el mantel que habían extendido en la mesa ovalada, los pequeños manjares que habían traído.

Ohm y Ori, como buenas hormigas sentían debilidad por los cereales y sacaron dos buenos trozos de pan de trigo que había elaborado su madre, un buen plato de hongos que eran la debilidad de Ori,  así como dulce de melaza; en  unos pequeños cuencos depositaron un buen chorro de savia y néctares de distintas plantas.

En cambio, Ciar y Cari tenían menos problemas a la hora de alimentarse ya que se alimentaban estrictamente de savia de plantas y cuantas más frescas y dulces, mejor. Solían intercambiar con Ohm y Ori las savias de distintos sabores, por lo que los alimentos a compartir distribuidos en la mesa eran de bastante variedad.

Antes de sentarse, y cuando la mesa estaba exquisitamente colocada, hicieron entre todos y cada uno el saludo secreto del club  en silencio —puño, puño, mano—, y sin más preámbulos, se sentaron y empezaron entre risas y “buen rollo “a dar buena cuenta de los apetitosos alimentos que componían la merienda de inauguración del Club de la Casa del Silbido.

Estaban nerviosos y excitados, porque a partir de ahora sabían que empezaba el momento de las aventuras: ¿Que aventuras encontrarán? ¿Qué misterios resolverán?.

De momento, lo primero que tenían que hacer era explorar la Casa del Silbido. La planta baja ya la habían recorrido cuando buscaban el mejor sitio para instalarse, pero nadie se había atrevido a subir por las escaleras a la buhardilla y mucho menos a bajar al sótano oscuro, húmedo y sin ventanas.

La existencia de fantasmas que mencionaba  la leyenda, estaba claro que era una mentira porque los fantasmas no existen…¿o si?

Pero sin embargo, había dos cosas que si eran ciertas: la misteriosa desaparición de la familia que habitaba la casa y de la que nunca se supo su paradero, y…ese silbido agudo y persistente que se oía desde larga distancia cuando arreciaba una tormenta.

Pero hoy, Ohm, Ori, Ciar y Cari, estaban felices compartiendo la merienda entre risas, ajenos a los días de misterio y emoción que les esperaban.

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