La pandilla 02.- Se funda el Club

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El club de la Casa del Silbido

Se funda el club

Después de pasar toda la noche sin dormir de tanto pensar en lo hablado la tarde anterior, tuvieron que enfrentarse a sus tareas matinales deseando que llegaran las tres de la tarde, hora en que habían quedado para ir a visitar la casa abandonada de la colina y ver el estado en que se encontraba.

La casa de la colina llevaba abandonada muchos años. Había sido una casa señorial y construida con todo lujo de detalles por alguna familia con muchos medios. Ahora, su aspecto exterior era de abandono, aunque sus muros y tejado permanecían firmes.

Tan solo algunos desconchones en la fachada y las plantas enredaderas que subían, desde lo que parecía un antiguo jardín hasta el tejado, dejaban constancia desde la distancia del abandono  de la mansión.

Al interior, nadie había osado entrar por temor a una leyenda sin fundamento que nadie contaba, pero que todos conocían. Seguramente un invento para que nadie accediera y ocupara la casa. Cierto es que de ser así, había causado el efecto perseguido,  porque nadie subía nunca hasta la colina, a pesar de encontrarse a escasos minutos de la ciudad. ¡Un sitio perfecto para crear un club secreto!

Los cuatro estaban ensimismados mirando desde el exterior del solar. Tan solo unas piedras semienterradas de un muro derruido por el tiempo, señalaba la parcela. Un paso más, y serían los primeros en muchos años que se atreverían a cruzar el umbral. Se miraron entre sí, y a pesar de que en todos los ojos se leía miedo, nadie quería quedarse atrás y todos a una en un paso simultáneo, cruzaron a la parte del antiguo jardín.

Caminaron en silencio entre zarzas muy crecidas y con no poca dificultad, llegaron hasta la puerta principal que había conocido tiempos mejores.

— ¿Estáis seguros?— se atrevió a preguntar Cari—, aunque todos estaban igual de asustados.

—No os preocupéis. Seguro que la casa está abandonada porque la familia se murió sin herederos. No hacemos daño a nadie si entramos y acondicionamos un lugar para nosotros. Al contrario, deberían de estar agradecidos porque la cuidamos —dijo Ciar con un tono que expresaba falta de convicción.

Abrir la puerta no fue un gran trabajo porque la lluvia y el sol habían deteriorado la madera, y el picaporte saltó con relativa facilidad. Ahora quedaba lo más difícil: entrar ¿Quién sería el primero que traspasaría el umbral de la casa abandonada de la colina?

Todos estaban clavados al umbral sin poder dar un paso adelante, hasta que Ohm se decidió. Apartó hacia un lado a Ori y Ciar que estaban en mitad de la puerta y se colocó  en primer lugar.

—Yo pasaré— dijo con voz segura. Al fin y al cabo ha sido idea mía en intentar usar la “casa del silbido “como sede del club. Además, no hay por qué tener miedo, tan solo precaución y mirar donde pisamos. Las maderas pueden estar podridas y podríamos caernos por un agujero. Por lo demás, los fantasmas no existen.

Dicho esto, cruzó el umbral deteniéndose unos pasos más allá para aclimatar sus ojos a la falta de luz. Poco a poco, a medida que la oscuridad desaparecía, su boca se iba abriendo en un gesto de sorpresa. Todos los muebles y enseres estaban en su sitio. Muebles antes magníficos cubiertos con un guardapolvo blanco, demostraban a las claras que el abandono de la casa fue premeditado y sus habitantes pensaban volver. La leyenda arraigada en el pueblo sobre la existencia de fantasmas, propiciaba que, en apariencia, nadie la hubiera profanado.

El resto del grupo que ya se encontraba detrás e Ohm, estaban sorprendidos de igual manera.

— ¡Fantástico!—dijo Ori. Ahora ya no hará falta traer muebles viejos para acomodarnos ¡Tenemos los mejores muebles de la ciudad!

—No se…—reflexionaba Cari. El estado del interior demuestra que no se trata de una casa abandonada, sino que es una  casa desocupada, que no es lo mismo. Tal vez deberíamos de irnos no vaya a ser que nos acusen de allanamiento de morada.

—Y ¿quién va a acusarnos?—replicó Ori con su vozarrón. Todos hemos escuchado la historia de la “casa del silbido” de boca de nuestros padres y de nuestros abuelos. Y ellos, de los suyos. Durante generaciones, se ha hablado de fantasmas en la casa pero está claro que los fantasmas no existen; por tanto, no son más que leyendas para alejar a los curiosos de aquí. Eso explica que todo esté en su sitio y que aparentemente no falte nada. De otra manera, aquí no quedaría ni un clavo, eso contando con que alguien se hubiera mudado aquí.

—Ori tiene razón—apoyó Ohm. Revisaremos la planta baja en busca de una zona en la que nos podamos acomodar y nos sirva como  sala de reuniones del club.

Después de recorrer la planta baja en su totalidad, todos estuvieron de acuerdo en elegir un magnífico y acogedor cuarto que parecía  el antiguo despacho del dueño de la casa.

Una mesa de madera ovalada, ocupaba el centro de la estancia. Estaba a su vez rodeada por seis sillas con respaldo de madera tallada y asientos forrados con una tela  que parecía seda de color granate, aunque ahora estaban en parte cubiertas por manchas de humedad. En la pared situada detrás del que parecía el sillón del presidente por tener el respaldo más alto, estaba la chimenea. En su fondo acumulaba un buen montón de hollín que se había desprendido de la chimenea y que casi tapaban por completo los restos de unos troncos a medio quemar.

En un rincón, una pequeña mesa y una silla, destacaban sobre los demás muebles por su sencillez; un gran mueble de madera con estanterías hasta lo alto, donde los libros pujaban por resistir los embates del tiempo y de la humedad, completaba el mobiliario de la estancia.

Esta, estaba iluminada por un ventanal de grandes dimensiones al que le faltaban algunos cristales. No dejó de sorprenderles ver que se situada a una altura considerable, como si se hubiese ubicado así para que los reunidos allí no se distrajesen mirando por ella.

—Perfecto—dijo Ohm sin poder ocultar su alegría. De pensar en estar en muebles viejos y rotos y con cajas de cartón, hemos pasado a estar de lujo. Ahora hemos de limpiar todo esto.  Y dentro de una hora, queda convocada la primera reunión, en la que los puntos a discutir serán por este orden:

  1. Nombre de los miembros fundadores del club.
  2. Nombre del club
  3. Estatutos o reglas de comportamiento en el club.
  4. Ruegos y preguntas

— ¡Pero bueno! – dijo Ori levantándose. Esto parece el consejo de administración de una gran empresa ¿No podemos regirnos como hasta ahora, o sea, por nuestros caprichos?

—No, —respondió rápidamente Ohm—, porque en toda organización han  de existir unas reglas claras, en las que los derechos y las obligaciones estén bien definidos. En caso contrario reinará el caos, como nos pasaba hasta ahora. ¿O  ya se te ha olvidado Ori lo cabreado que te ponías, cuando quedábamos para hacer algo al día siguiente y algunos de vosotros, o bien no aparecíais,  o bien cambiabais de opinión? ¿O de las quejas de algunos porque llevabais más comida que los demás? ¿ Y que hay de las broncas que teníamos cuando alguno quería que un amigo entrara en la pandilla? ¿O de…

— ¡Vale ya, Ohm! –claudicó Ori. No hace falta que pongas más ejemplos. Me has convencido y supongo que a los demás también. Vamos a limpiar y después ¡Que comience la sesión!

La Pandilla 3ª Parte: Primera reunión en el Club

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