Cuento – La Abuela Harrison quiere su té con miel

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La abuela Harrison-cuentos cortos

Cuentos cortos – La Abuela Harrison quiere su té con miel

Cerca de la casa de Cari, había una pequeña huerta donde siempre habían fresas. Eran maduras, diminutas y siempre había pajaritos que querían recolectarlas.

Al lado de la huerta de fresas, había una casita que estaba decorada en tonos rosa. Era muy brillante y tenía muchas macetas de flores en las ventanas.

Cada mañana, la Abuela Harrison, que había llegado en barco a Hormitrópolis hacía unos meses atrás, regaba sus flores y se ponía a mirar las mariposas que volaban más arriba de la hierba y que jugaban entre ella, divirtiéndose con la naturaleza.

A los bebés hormiga, la Abuela Harrison siempre les hacía gracia, ya que tenía un gorrito redondo decorado con flores de colores. ¡Era tan alegre!

La Abuela Harrison era muy tranquila, pero para que estuviera de buen humor, siempre tenía que tomar un té con miel, al estilo inglés.

Cuentos cortos para niños

«Como lo hacían los humanos en su país de origen» decía ella.

A veces echaba las hierbas de té en el agua caliente, esperaba a que el agua tomara color y después le añadía la miel o azúcar y un poquito de limón, algo que muchas veces no encontraba en el mercado del pueblo, ¡ya que era muy difícil cargarlos del suelo cuando a los humanos se les caían de los árboles!

Un día, el vendedor de azúcar del mercado ¡no tenía miel y tampoco azúcar! porque el barco encargado de traerlo, había sido atracado por un pirata loro, ¡siendo imposible tomar el cargamento, que tiraron al mar!

Ese día, la abuela Harrison comenzó a barrer su casa, ¡y se puso tan, tan nerviosa que terminó barriendo la plaza del mercado, echando a todas las hormiguitas pequeñas que estaban por allí!

Asustadas, corrieron para poder esconderse detrás de la fuente de la plaza, y asomándose de manera disimulada ¡miraron que hacía la Abuela Harrison! cuando hizo una pausa para dejar de barrer, de pronto ¡se desmayó! diciendo: ¡….Azúcar….! Algo que las pequeñas hormiguitas no entendieron.

Todas corrieron hacia una de las mamás de una de las hormiguitas, quien les explicó que la abuelita Harrison siempre tomaba su té por la tarde, y que lo prefería a la comida: los terrones de azúcar ¡porque ya no podía masticar bien!

Entre todos, intentaron despertar a la abuelita Harrison ¡con una gran sorpresa! ¡un té de limón y miel que el Alcalde había preparado! Cuando ella los vio ¡no se resistió y apareció en su cara una gran sonrisa!

A partir de ese día, todas las hormiguitas le dejaban un caramelo blando de miel en la ventana. ¿Sabes para qué? ¡Para derretir en su té!

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Cada mañana, la Abuela Harrison, que había llegado en barco a Hormitrópolis hacía unos meses atrás, regaba sus flores y se ponía a mirar las mariposas que volaban más arriba de la hierba y que jugaban entre ella, divirtiéndose con la naturaleza.
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