Ciar no salía de su asombro. ¿Quién había robado las madgalenas y por qué? ¿Cómo habían sabido que estaban allí?
Se sentía mal porque le había prometido al anciano hormiga que no revelaría el secreto y la pequeña hormiga andaba con una por Hormitrópolis.
¿Qué le diría ahora al anciano? Su cabeza daba vueltas y vueltas…
Hasta que el mareo paró y se puso en pie. Señalando a sus compañeros.
-¿Habéis sido vosotros? ¿Quién entró antes en la Casa del Silbido? ¡Esto no se le hace a un amigo y encima sin preguntar de quien era la bolsa!-protestó Ciar muy enfadado.
En la casita sólo se oía silencio.
-Si no me vais a decir nada, prometo que nunca más volveré a la casa del silbido, y que esta amistad está rota.
Todos seguían con los ojos como platos, asustados y sin comprender qué estaba pasando, menos Ori que disimulaba lo que había hecho y con las manos temblorosas, detrás de la espalda.
-¡No decís nada! ¡Pues dad por terminada mi amistad, yo ya no pertenezco a este club!
Ciar tiró su pulsera al suelo, la que todos llevaban y los identificaba como los amigos de la Casa del silbido.
Acto seguido se fue, corriendo, y dejando atrás a sus amigos que quedaron dentro de la Casita.
Cari no pudo evitar llorar asustada mientras los demás seguían asombrados y los pájaros cantaban.
-¿Qué ha pasado aquí? ¿Habéis visto alguna cesta antes?-preguntó Ohm.
-No…-dijeron a la vez Ori Y Cari, mientras Ori se sentía nervioso y muy incómodo por dentro. Tarde o temprano se sabría la verdad y todos huirían de él, no queriendo ser sus amigos.
-Algo ha debido pasar, porque si nosotros no hemos sido, pero la pequeña tenía una magdalena… ¿quién quitó esos dulces de aquí?-siguió Ohm.
-Por aquí hay muchos ladrones, ¿recuerdas a las lechuzas que se llevaron el grano de la casa número 3 de la anciana? Nos llevaría mucho tiempo saber quién ha sido.-quería ganar tiempo Ori, para que no lo descubrieran.-Yo puedo ser el líder mientras. –propuso-seguro que llevaría las cosas mejor que Ciar.
-¿Cómo puedes pensar en eso estando en este momento? Estamos tristes, Ciar se ha ido, ¿y si se ha metido en un problema?-respondió Ohm.
-No creo… él siempre ha sido muy popular.-se hacía el duro Ori.
Por una vez el grupo de amigos que siempre habían estado muy unidos, iban a descubrir lo que era la soledad, un sentimiento que el corazón siente cuando alguien al que le tienes cariño o quieres se aleja.
El resto de la tarde, no se hablaron ni siquiera cuando se acercaron a comprar terrones de azúcar. Pero la plaza del pueblo estaba rara.
No se habían vendidos los terrones de azúcar y el preguntar al vendedor el motivo, él les dijo que todo el mundo había compartido unas magdalenas que había vendido un adolescente hormiga.
Él no lo había visto pero todo el mundo estaba esperando a la mañana siguiente para ver si vendía más.
-¿Un adolescente hormiga?-razonaba Cari en alto-En todo el pueblo sólo estamos nosotros y nuestros 14 compañeros de la clase de “Gafas de cristal” ¡Y nadie sabe dónde está nuestra casa del silbido!… será que…-estaba pensando-¡tenemos un chivato!
Todos quedaron en silencio… La noche se acercaba.
CONTINUARÁ…
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