Cuento- El triunfo de Ciar. ¡Él es un héroe!

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Mercury había cumplido su promesa y los dejó justo en la entrada de Hormitrópolis, su hogar en ese bosque que tanto amaban, para que pudieran hablar y compartir sus aventuras.

Mientras que Ori iba cantando y silbando los demás se dirigieron corriendo hasta la Casa del Silbido, esperando con mucha ilusión a que Ciar les contara lo que había vivido en su aventura.

Una vez llegaron Ciar apoyó el gran saco que había hecho con el papel en la hierba y dijo convencido.

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-Esto es lo que tengo para vosotros

-¿Qué es?-sonrió Cari risueña

-Esto es parte de las magdalenas que venden los humanos en sus ciudades- quitó un gran migarrón con crema de fresa que hizo que todos lo miraran con los ojos muy, pero que muy abiertos.

-Pero… ¿las magdalenas dulces de las que nos hablaban nuestros padres? ¿Esas que venden con los donuts y pasteles, con las tartas gigantes? ¿De las que habló “Gafas de cristal”?-desconfió Ori

-¡Correcto!

-No me lo creo… dicen que a la ciudad nadie puede llegar. ¿Cómo llegaste allí?

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-Déjale que se explique-lo defendió Cari.

-Seguí a la humana en su bicicleta, me monté en la rueda sujetándome con una cuerda y cuando entró en la pastelería la vigilé. Aprovechando el mejor momento para colarme en la bolsa de papel donde estaban las magdalenas.

-¿Y que viste? ¿Qué había dentro?- preguntó Ohm curioso y con la boca abierta.

-Muchas cosas… había donuts de esos glaseados tan grandes como uno de nuestros ejércitos, rosquillas, merengues, panes…

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Ellos seguían contemplan el migarrón que Ciar tenía en sus manos.

-¿Y podemos probarlo? ¿Crees que nos sentará bien? Los adultos siempre dicen que los dulces de los humanos son peligrosos.-contó Ohm.

-Claro que lo puedes probar. Todos, he traído muchos trozos. Hay para todos.-repitió, mientras ellos lo miraron con cara de emoción y ojos brillantes.

En unos instantes, ellos habían engullido uno de los primeros migarrones con crema de fresa, tumbándose fuera de la Casa del Silbido, en la hierba con la barriga muy llena.

-Los adultos no se lo van a creer.-dijo Cari.-¿Crees que deberíamos decírselo?

-¡Sí! Y aquí bajo la atenta mirada del búho, prometo que todos sabrán el gran secreto de las tiendas de magdalenas!: ¡de verdad existen!

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Fue entonces, cuando Ciar comenzó la carrera, caminando muy rápido con el saco de papel hacia el centro de la ciudad de Hormitrópolis donde estaba la escuela, el hospital…

Allí todos andaban a lo suyo, los estudiantes corrían con sus libros en la espalda, los profesores iban explicando la lección del día, los comerciantes vendiendo cubitos de azúcar…

Hasta que Ciar se plantó enfrente del violinista de la plaza, tosiendo y levantando los brazos con su saco al lado.

 

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Cuando comenzó a hablar todos se pararon a mirarlo, extrañados, pensando en si sería una nueva novatada o travesura de Ciar, pero curiosos porque veían un saco muy grande ¡y que olía muy bien!

-¡Quiero que me escuchéis!-comenzó a hablar Ciar-Lo que tengo en este saco es la prueba de que sí existen las pastelerías más allá del final de Hormitrópolis y de que los humanos sí tienen sus dulces. Este trozo de magdalena prueba ¡¡que sí están a nuestro alcance!!-levantó otro migarrón con crema y lo mostró a todos. Mientras la plaza se llenó de silencio…

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CONTINUARÁ…

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