Cuento- La expedición Rosquilla y el mercadillo.- Parte 4

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expedición 14

Ori había logrado la cesta de las magdalenas y sabía que podía ser muy famoso si lograba vender todas en el mercado para las hormigas del pueblo,sabía que Ciar siempre había sido el más popular, el que siempre había llamado la atención de las personas y él nunca había sentido eso.

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Así que durmió soñando encima de la cesta de las magdalenas, hasta que salió el sol por la mañana, comenzando a montar una mesita con un mantel colocando las magdalenas encima, en la plaza del pueblo de Hormitrópolis.

-¡Magdalenas caseras de nuestro tamaño!

¡Como las de los humanos! ¡Magdalenas caseras! ¡De nuestro tamaño!

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Todos se asombraron al pasar y realizaban comentarios cuchicheando.

-¡Magdalenas iguales a las de los humanos! No son como aquellos migarrones que trajo la otra hormiga adolescente de la gorra.

-¿Serán reales?-decía otra hormiga.

-¿Será una mala idea probarlas?-decía otra que estaba aterrada por lo que le habían contado desde niña, temiendo que la mala suerte viniera por comerse una.

.- recuerda lo que dicen nuestros mayores: ¡es pecado!

-¡Probad gratis un trozo!-ofreció Ori en su deseo de caer simpático a las demás hormigas y ser el más famoso de Hormitrópolis.

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Todas las hormigas, entonces desearon coger un pequeño trocito y ser las primeras en saber que se sentía al tomar una magdalena adaptada a ellos. Al meter el bocado en la boca inmediatamente notaron una sensación cremosa y un sabor a caramelo y fresa que por su dulzura ¡les encantaba!

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Inmediatamente todas las Mamás hormiga quitaron su monedero y comenzaron a quitar monedas para comprar sus magdalenas, quitándoselas todas de las manos a Ori. Quien se sintió verdaderamente importante. Justo cuando su mesa había quedado vacía, apareció Ciar y Cari a dos metros, más lejos, ya que iban al instituto. Al mirar la mesa, Ciar se quedó extrañado. Y Ori escondió la cesta detrás de sus pies en el suelo tapándola con el mantel.

-¿Qué hacer Ori tan temprano?

-Nada… estaba haciendo rastrillo.

-¿Rastrillo?

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-Sí había un par de cosas que quería vender.

-Los policías no te dejarán vender, no tenemos edad para hacerlo, recoge todo antes de que pasen por aquí-intentó

ayudarle Ciar.

-Ahora voy… sí.

Ori no pudo remediar reírse cuando Ciar se fue, ya que él no sabía que había vendido las magdalenas para ser popular y de ese modo obtener más atención. Sería su secreto.

Ori recogió todo y se fue a clase. No sabía lo que le esperaba.  En clase todos habían sido muy amables con él, ¡hasta le habían prestado las ceras y las hojas de dibujo para la clase de arte! Y las chicas hormigas le sonreían más de costumbre. Muchos chicos hormiga pasaban por su lado y le tocaban el hombro o le decían hola.  ¡Él se sentía totalmente inspirado!

En el recreo todos se juntaron de nuevo. Ciar, Ori, Ohm y Cari, estaban tomando un poco de zumo de grosella, cuando una pequeña hormiga se acercó hasta ellos.

-¿Mañana harás mercadillo también? Mi Mamá está deseando poner más en la merienda, nunca había probado algo igual.

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-Ehh…-estaba avergonzado Ori, porque no quería que sus amigos se enteraran.- No… mañana no creo pero seguro pronto.

-Todos están esperando por ti y hablan de ti. ¡Te has convertido en alguien importante!

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Ori estaba a la vez feliz, pero no podía dejar de sentirse mal porque ¡había robado a su amigo!  Pronto sabrá que la popularidad no es tan buena como él había pensado y que las ganas de ser el mejor sin hacer esfuerzos propios no son algo tan bueno como pensaba.

-¡Anda! ¿Y eso?-comentó curiosa Cari-

¿qué vendiste, terrones?

-Sí, algo así hecho en casa.-respondió Ori sintiéndose culpable.

-No seas tímido, has hecho feliz a mucha gente.-sonrió Cari

-Jiji-rió bajando los ojos Ori

-¡La próxima invítanos!-quiso participar Ohm

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Nuestro grupo de amigos entonces corrió hacia el sendero que llevaba a la casa del silbido y cruzando el pueblo vieron a la pequeña Hana danzando a toda prisa con una magdalena en las manos.

-¿Es eso una magdalena?-comentó con terror Ciar.

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Su cabeza entonces comenzó a pensar. ¿Por qué había allí una magdalena y cómo la había conseguido? Sin reaccionar, Hana  desapareció y no le pudo preguntar nada. Su cara se volvió blanca como la nieve.

-¿Estás bien Ciar?-le preguntó Cari.

-Sí…, sí…-contestó entre dudas Ciar.

Inmediatamente entró en la casa del silbido y vio que la cesta no estaba, comenzando a marearse porque le había

prometido al anciano ¡que no diría nada! Tras entrar, se desmayó, oyéndose el ruido de caerse afuera, asustando a sus amigos.

-¿Ciar? ¿Ciar, estás bien?-corrieron sus amigos al socorrerle.

CONTINUARÁ…

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