Cari llegó de manera precipitada hasta la enfermería de las hormigas, para curar a Ciar que llegó con un fuerte dolor de estómago tumbado en el monopatín. Para colmo… ¡en el viaje se había mareado!
Y Ciar no tenía buena cara… cuando Cari le fue a explicar a las hormigas enfermeras que él se encontraba mal de la barriga, ellas la miraron con cara seria y se rieron.
-¡Este chico siempre viene de broma! ¿Cómo sabremos si es verdad lo que nos dice?
-Me duele… mucho… dijo Ciar ante los ojos serios de la enfermera.
-Sí, y ya van 8 veces que dices lo mismo para librarte de la escuela y la clase de matemáticas. No te voy a atender-se pusieron todavía más serios no queriendo que Ciar les tomara el pelo otra vez.
-Pero… le duele de verdad…-protestó Cari-está siendo injusto.
-Es ¿injusto pequeña cuando estoy perdiendo mi tiempo, explorando a este joven hormiga durante 8 largas tardes, sin que tuviera nada, viéndolo reír solo cuando me iba a buscar la medicina? Claro que no es justo. Por eso no quiero atenderlo.
-Pero… pero…-se quejó Cari, viendo cómo se iban. En aquel momento mirando los pájaros desde la ventana de la enfermería, Cari tuvo una idea, ¡Mamá hormiga los ayudaría! Ella siempre ayudaba a los demás, ¿así que por qué dejarlos solos en estos momentos en los que ellos la necesitaban?
Sí, estaba decidido. Hablaría con Mamá Hormiga. Así que Cari comenzó de nuevo a dirigir el monopatín con Ciar tumbado encima lo más deprisa que pudo, de nuevo con las quejas de Ciar, que no lograba calmarse.
-¡Mamá! ¡Mamá!-Gritó Cari, al entrar en casa.
-¿Qué pasa cariño? -Ciar está malo, le duele mucho la barriga.
-¡Oh Dios mío! ¿Qué has tomado? -Ahh…naaaaa-da…-balbuceó Ciar.
-Tomó muchos caramelos, en la enfermería no le quieren atender
-Cállate-susurró por lo bajo Ciar para que la Mamá de Cari no se enterara de lo que había hecho. -¿Por qué no lo quieren atender?
-Estoy…bien…-se levantó todavía mareado Ciar, cayéndose redondo al desmayarse. La casa de Cari estaba al lado de la casita de las lechuzas, y sin quererlo, Doña Lula, estaba escuchándolo. ¡Doña Lula, era la peor amiga para los secretos ya que lo contaba todo en el pueblo!
Mamá era sabia así que ordenó a Cari que mantuviera a Ciar con las patitas de hormiga levantadas y la cabeza apoyada en el suelo, ¡así le pasaría el mareo! También preparó unas hierbas que parecían mágicas, haciendo que Ciar al olerlas se despertara. Ciar al abrir los ojos, se echó a llorar, contando a la Mamá de Cari que se había inventado muchas veces el dolor de estómago para librarse de la clase extra de matemáticas y que le había robado el examen a “Gafas de cristal” para sacar buena nota. ¡Con la alegría después, comió los caramelos!
Aunque ahora guardar el secreto ya era demasiado tarde. Doña Lula lo había oído. Y eso era un problema. Comenzó a volar hacia la clase de la profesora hormiga y cantando, le llevó el mensaje. “Gafas de cristal” entonces se puso a pensar. ¿Qué escarmiento pondría en clase? ¡Algo se tenía que inventar! Tomó su pizarra y cambió el examen. ¡Ahora el examen: sería una prueba grupal!
Con las hierbas mágicas, que le había dado la Mamá de Cari, él ya se sentía mucho mejor, así que día siguiente se preparó para ir al instituto. Ciar no estaba nervioso ya que sabía que “Gafas de cristal” pondría el examen. Cuando todos estaban en clase, ella comenzó a explicar:
-El examen de hoy va a ser el siguiente: haced grupos y reuniros en 4. Tendréis que contar un secreto y decir si fue algo que estuvo mal o bien hacer y como lo solucionaríais. Tendréis que exponerlo y quien lo haga mejor sacará la mejor nota. ¿Alguna duda?
-No, profe-contestaron todos en grupo. Ciar entonces se puso nervioso.
-¿Qué vas a hacer Ciar? ¡Seguro que lo sabe!-le habló en bajo Ori. -Sí, sí-añadieron Ohm y Cari. Todos estaban cogidos de los hombros en una intensa reunión, en círculo y con las cabezas pegadas.
-Os veo muy concentrados. Seguro que tenéis ya el secreto-agregó “Gafas de cristal”-Vamos, el grupo de Cari y Ciar, a la pizarra.
Pero comenzó a hablar y se llenó de valentía.
-Ayer aprendí algo, y es que no es bueno mentir. Me dolía mucho la barriga y mis compañeros intentaron ayudarme llevándome a enfermería. Allí había mentido hasta 8 veces por librarme de las matemáticas. Pero…-volvió a tragar saliva-nadie sabe cómo me siento. Nadie me pregunta cuánto de difícil se me hace, sólo miran el resultado de las notas. Y el esfuerzo vale mucho más que el resultado. Pero eso nadie me lo dice y me desanimo, por eso me invento eso. No debería hacerlo porque ayer sí me dolió de verdad y mucho. Y me curé gracias a la Madre de Cari que me dio una planta. No es bueno mentir ni engañar, sólo atrae cosas malas. Y te sentirás peor. Si no me hubiera metido con las hormigas enfermeras, ahora me habrían hecho caso. Es muy importante respetar a los demás. Si das respeto, ellos te lo darán. Eso es lo que aprendí ayer.
Sus compañeros lo miraban con la boca abierta. ¿Cómo el más duro de la clase había contado algo personal? ¡Si nunca hablaba! “Gafas de cristal” estaba asombrada… pero ahora no sabía qué hacer.
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