
Pero lo más importante para Claude era que su pastel impresionara a Cari y la hiciera enamorarse de él. ¿Logrará Claude ganarse el corazón de Cari con su creación? Acompáñanos en este dulce cuento para descubrirlo.
El ratoncito Claude se enamora de Cari
Los barcos que transportaban naranjas, se habían hecho famosos en las islas de Hormitrópolis y las que estaban cerca.

Todos los humanos querían naranjas para hacer sabrosos zumos y pasteles, y los piratas se peleaban por ellas para no enfermar del terrible escorbuto.

Las hormiguitas en cambio, no tenían ese problema, ya que sus dientes y encías no se iban a poner malos… pero también querían probar ese néctar de naranja tan valioso para hacer terrones de azúcar de color naranja.

La hormiga frutera iba en cada barco, retirando el jugo de las naranjas que eran mejores, para vender después a las hormiguitas del mercado, ¡las vendedoras!
Con ellas siempre venían los ratoncitos pasteleros, que viajaban para aprender recetas del mundo, a cada cual más curiosa y rica.

Las magdalenas de naranja, los macaron de fresa con helado de naranja, el yogur de naranja… ¡a cada cual más rico!
Claude, uno de los ratoncitos pasteleros, decidió bajar del barco en Hormitrópolis para así poder investigar en las últimas recetas que había hecho, ¡tenía tantas ganas de probarlas!

Así que corrió con su maleta y su uniforme de cocinero con gorro y mandil y buscó la posada para hormiguitas, pidiendo reservar una habitación.
Al correr apresurado, vio a Cari que iba caminando mientras leía un libro de aventuras.
Con su lazo y sus gafas, pensó que era la hormiguita más bonita del mundo. Y en sus ojos se dibujaron unos brillantes corazones.

Desde la ventana de la posada para hormiguitas, mientras Claude preparaba su receta de magdalenas de naranja, él miró a Cari, con Ciar, Ohm y Ori charlando y hablando amablemente, mientras caminaban por el bosque.
Decidió entonces que para sorprender a Cari, haría una gran magdalena y que la decoraría con la mejor naranja escarchada.

Le daría un regalo y así podría expresar su amor.
A la mañana siguiente la magdalena, presentaba un aspecto totalmente apetecible. Esponjosa, blandita con la naranja confitada y una capa de chocolate…
Claude la puso en una cajita decorada y entonces corrió a donde estaban ellos.

Le ofreció a Cari su creación y les contó a nuestros amiguitos (a Ori, Ciar, Ohm y Cari) que en Francia se hacían unos pasteles muy ricos… de hojaldre como los cruasanes, de mantequilla como las napolitanas de chocolate, de frutas como las cupcakes…

Los invitó a París y decoró una cesta de flores para Cari con cupcakes de un montón de colores.
Le llegó a gustar tanto Hormitrópolis que escritor se hizo y vendía cuentos y pasteles por temporadas, yéndose cuando llegaba el barco de las naranjas y volviendo cuando llegaba la primavera.
¡Claude decía que era feliz y que pertenecía a muchos países diferentes!
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